Sobre el final de la manifestació de Jardinets de Gràcia, escrit per una compa.
Como en la película de animación “Madagascar”, cuando el personaje de
Alex “El León” empieza a dejar de ver a su amiga la cebra y sólo puede
ver un apetitoso bistec en su lugar, así funciona el mecanismo mental
que activa al gran grupo de Mossos, justo cuando salen de su apretujado
escondrijo conocido como “el furgón”.
En nuestro caso, fuera ya
del mundo de la animación, no somos bistecs, somos RATAS, ratas a las
que hay que perseguir, golpear y asustar para que jamás vuelvan a salir
de sus ratoneras. Ratas que hacen disfrutar en ese huida laberíntica,
estratégicamente concebida para danzar al son de porras y pelotas de
goma, el tiempo que les hayan ordenado que dure el baile.
La
reciente Huelga General nos ha enseñado un poco más sobre esto, si es
que había algo más que aprender. Quizá la diferencia está en vivirlo de
cerca. La rabia y la impotencia, además del asco que produce vivir una
situación así, sólo pueden canalizarse compartiendo, divulgando,
difundiendo.
Hagamos entonces un recorrido por las calles de
Barcelona, un 14 de noviembre de 2012, a eso de las 18:00 horas.
Multitud ilusionante, multitud unida en Els Jardinets de Gràcia por un
deseo común, la defensa de derechos, la denuncia de su vulneración y la
necesidad de movilización pacífica contra un estado de indefensión
absoluta ante medidas políticas que condenan a la población al
empobrecimiento y la esclavitud. Un ejemplo de ciudadanía activa contra
el abuso de poder, contra lo ilegítimo de pagar una deuda que no nos
corresponde pagar. Una deuda en su mayor parte contraída por bancos y
empresas, a quienes se rescata con nuestro dinero, el dinero de nuestra
educación, nuestra sanidad, nuestras políticas de igualdad, nuestros
servicios sociales. etc. Salimos a defender el derecho al trabajo, a una
vivienda digna, el derecho a la vida. Ya nos faltan vidas, vidas de
personas desahuciadas por los mismos bancos origen del problema, a los
que se sigue inyectando dinero público.
Sobran razones para que
tomemos la voz y digamos basta. Basta de abusos, basta de estafas, basta
de mentiras. Recorremos la Avenida Diagonal, bajamos por Bruc, cruzamos
la Plaza de Urquinaona, la tranquilidad y el deseo del bien común lo
llena todo y, cuando llegamos a Vía Laietana, sin tiempo de entender
nada, comienzan a bajar un número interminable de furgones de Mossos a
toda velocidad, con tal nivel de inseguridad en su forma de actuar que
más tarde no te extrañas en absoluto cuando te informan de que han
atropellado a uno de los suyos. Bajan de los furgones en grupos
corriendo, porra en mano, persiguiendo a todas las personas que se
encuentran en su camino, sin concentrar sus esfuerzos en la zona
concreta de supuestos “actos vandálicos” que sirve de excusa para su
intervención. De repente lo llenan todo, no hay espacio posible por
donde salir de una avenida tan larga como Vía Laietana. De manera
indiscriminada empiezan a cargar. No hay tiempo de reacción, atizan a
todo lo que se cruza en su camino, sin mirar, sin pensar….no hace falta.
Cuando consigues desandar el camino y llegas de nuevo a
Urquinaona, aparecen más furgones, “¿pero es que aún quedaban más?”.
Vuelven a descender con la misma virulencia y de nuevo las carreras,
desesperación en los ojos de las personas que no entienden nada ni saben
muy bien hacia donde correr, caos total, inseguridad total producida
por quienes dicen actuar en beneficio de la seguridad ciudadana.
Consigues cruzar Urquinaona y sientes alivio porque esta vez ninguna
porra ha rozado tu cuerpo, tal como has vivido hace apenas unos minutos.
Llegas a Roger de Lluria y piensas “ya está, ya pasó, cálmate”,
desaceleras un poco el paso aunque oyes los disparos de pelotas de goma
aún cerca y empiezas a subir por una calle en la que apenas hay ya
nadie, no consigues contactar con tu gente , no sabes qué les habrá
pasado ni si estarán bien y, cuando estás llegando a la altura de Gran
Vía de les Corts Catalanes, de nuevo dos furgones a toda velocidad se
paran junto a ti y abren sus puertas laterales, dejando paso a la
jauría, una jauría ciega pero no muda. Sabes que no está muda porque
mientras te agachas en el suelo a ayudar a una chica que corría junto a
ti, pero ha tropezado y se ha golpeado la cabeza contra el asfalto,
comenzando a sangrar de inmediato, oyes una voz a tu lado que grita con
odio: MUÉVETE, RATA
Felicitats Sònia! Ho has explicat perfectament. Vam ser tractats com rates, com insectes que només mereixen morir esclafats.
ResponEliminaAquesta gent i qui els comanda només poden tenir un qualificatiu: Dements!
Que consti que l'article no és meu, jo vaig quedar atrapada al gòtic, d'altres companys al Born... i l'autora de l'escrit a dalt d'Urquinaona.
ResponEliminaCopieu-lo i difoneu-lo.
Vergonyós. Va ser vergonyós.
I una coseta... Després d'això... SEGUIM SENSE TENIR POR!!!
Joder Sonia...PELL DE GALLINA!!!!
ResponElimina