dimecres, 5 de setembre del 2012

Utopia o per què llevar-se cada dia





La utopia era algo que, hasta no hace demasiado tiempo, habitó entre nosotros. Muchos de ustedes se acordarán de ella: era curiosa, entrañable y necesaria pero rara era utopia.

Porque a veces se nos presentaba como un palomo verde o como un olivo blanco, pero así era el vestido, o tal vez el disfraz, que se ponía nuestra esperanza cada mañana, para echarse a la calle y enfrentar el cada día. 

No era ni redonda ni cuadrada, la utopía, pero se levantaba en el cielo como lo hace esta luna y se encendía en lo más oscuro de la noche como un faro que nos decía cual era el camino a serguir. 

Así era. Y ya no es. Hace tiempo que la utopia no habita entre nosotros. Anda por ahí. Por las tierras de los dioses caídos esperando que un dia vayamos a su encuentro, y la reclamemos y la llamemos de nuevo a nuestra vera. 

Porque la verdad, almenos, almenos para mi, por cómoda y fácil que pudiese plantearse la vida, la verdad es que sin utopia, la vida no deja de ser otra cosa que un largo y aburrido ensayo general para la muerte.

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